viernes

Asturias, paraíso animado

Peñamellera, vacas en las proximidades del pico El PaisanuNo son de cartón. No. No son siluetas de cartón que alguien haya colocado en el camino para alegrar la vista de los senderistas. Son de carne y hueso; son de verdad. A estas dos que posan para la fotografía como si lo hubieran hecho toda su vida, nos las encontramos en tierras de Peñamellera Baja, bordeando el pico Llueres, pero no son las únicas, hay más en las campas y majadas de la montaña asturiana.

Y es que en esta tierra de cordales, desfiladeros, picos, collados, foces, ensenadas, lagos, hoyas, arroyos y montañas, en esta tierra a la que tan bien le sienta lo de «paraíso natural», los escenarios tienen vida.

Asturias, cabra al lado del sendero

Asturias, caballo en la vega de Orandi Asturias, perro al borde del sendero

Desde tiempo inmemorial los campesinos del lugar cumplen fielmente el ciclo anual: cuando atisban que el buen tiempo está próximo a llegar suben su ganado a las tierras altas, a los verdes pastos comunales; en el otoño, lo bajan a los establos, para la invernada.

Asturias, asturcones en el pico Pienzu

De resultas de esta actividad ganadera, en el mapa asturiano se dibujan campas, majadas y caminos. Una red de caminos cuya principal función es la agropecuaria, por más que también sea utilizada, y cada vez en mayor medida, como senderos por los que los urbanitas nos adentramos para disfrutar de las maravillas que allí se esconden.

Los animales son, pues, de verdad, no de cartón, y están a lo suyo, en las brañas vaqueiras, en la majada de Vega la Fuente (camino del Mofrechu), en la del Bustacu, en la vega de Orandi o en la mismísima cima del Pienzu. Por eso no resulta tan extraño que el senderista se encuentre al final del camino con alguno, tal y como se puede comprobar en las fotos que siguen.

Asturias, cabra en el sendero a Bulnes Asturias, caballos en las proximidades de Urbiés











Por si alguien tiene interés, digamos que en ambos casos la situación se resolvió sin problemas: los caballos dieron media vuelta y buscaron un ancho del camino donde aguardaron pacientemente hasta que nosotros pasamos; la cabra, claro está, tiró al monte.


Asturias, vaca al borde del sendero Asturias, cabra al borde del sendero











Algunos nos preguntamos qué será de estos caminos cuando las aldeas de montaña vayan perdiendo los escasos pobladores que las habitan, cuando no haya ni vacas, ni caballos, ni cabras que transiten por ellos.

Asturias, patos en charca


Asturias, rana en estanque


Asturias, buitre en el cielo del Monsacro

¿Será entonces cuando valoremos en serio la función que desempeña la ganadería de montaña en la conservación del «Paraíso natural»? ¿Será el momento de subir a las majadas algunos cartones con fotografías de animales para que el paraíso parezca animado?

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Rutas por Asturias

Aquí tienes unas cuantas propuestas para patear Asturias y disfrutar de toda su belleza.

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lunes

De Pendueles a la playa de Andrín

Llanes, vista del río PurónAunque discurra cerca del litoral, no se puede decir que sea ésta una senda costera. Buena parte de la caminata se realiza bordeando terrenos de labor, zonas arboladas y algún que otro tramo de monte bajo moteado de caliza. No obstante, el mar adquiere un papel destacado en las contadas apariciones que nos reserva el camino: las playas de Vidiago y Andrín, los Bufones de Arenillas y, sobre todo, la maravillosa ensenada de Purón, donde el río del mismo nombre entrega sus aguas al Cantábrico.

Características
  • Tipo: lineal
  • Dificultad: ▲▲▲▲
  • Itinerario: Pendueles- playa de Vidiago - bufones de Arenillas- Andrín- playa de Andrín- Andrín- bufones de Arenillas- playa de Vidiago- Pendueles
  • Señalización: buena
  • Sendero homologado: forma parte del GR E-9
  • Distancia: dieciocho kilómetros
  • Duración: cuatro horas

Situación y distancias


Distancias por carretera a Llanes, capital del concejo del mismo nombre

Llanes, situación y distancias

Pulsa en la imagen para aumentar su tamaño


Cómo llegar al punto de partida

Llanes, Pendueles, inicio de la ruta
La localidad de Pendueles, principal núcleo de población de la parroquia del mismo nombre, se encuentra a unos doce kilómetros de la capital del concejo llanisco. Cuenta con varias casonas y palacios que constituyen un buen ejemplo de la arquitectura indiana de finales del XIX y principios del XX (casona de Verines, palacios de Santa Engracia y del Conde del Valle de Pendueles), así como una iglesia parroquial de origen medieval que, a pesar de las muchas reformas realizadas, aún conserva en su fachada sur una portada gótica. Tras el recomendable paseo por el lugar, iniciaremos nuestra caminata en las inmediaciones del hoy destruido palacio de Santa Engracia, conocido también como de los Mendoza Cortina (ver mapa).

Llanes, de Pendueles a Andrín, sendero Llanes, de Pendueles a Andrín










El camino, con buen firme, discurre al borde de verdes pastizales que tienen a la sierra de la Borbolla como meridional telón de fondo. Una zona arbolada nos conduce a las inmediaciones de la playa de Vidiago, nuestra primera aproximación al mar.

Llanes, playa de Vidiago Llanes, playa de Vidiago


Llanes, playa de Vidiago
Tras ascender de nuevo a la rasa, retornamos al verde paisaje ganadero. La progresiva presencia de la roca caliza que emerge entre el forraje, anuncia la próxima llegada a la zona de los bufones de Arenillas: unas grietas conectadas con simas marinas por las que el mar expulsa el aire comprimido en las galerías; en los días de fuerte marejada, el mar empuja con toda su bravura expulsando a presión el agua y el aire por los resquicios de las rocas produciendo un ruido (los llamados «quejidos del bramadoriu») que se oye a varios kilómetros de distancia.
Esta puerta del océano, en paz y calma cuando posó para nosotros, se convierte entonces concurrido escenario de quienes no quieren perderse el bufido que, con verso medido, cantara don José Zorrilla y Moral a finales del siglo XIX:


Llanes, bufones de ArenillasBufa el aire furioso: el mar rebrama y onda tras onda en su auxilio llama; montañas de agua sobre el aire arroja; él reventando de furor se espirita; dobla su empuje el agua: el aire afloja sintiendo que por fin se debilita, y ruge con hondísima congoja; pero por más tenaz que forcejea, el agua de delante se lo quita, y él por la encañonada chimenea, fugitivo huracán se precipita...

El cantar del romero (1883)


La senda nos aleja nuevamente del mar, tomando dirección sur por una zona sombreada de eucaliptos. Cuando las eses de la ruta nos aproximen de nuevo a la costa, avistaremos la ensenada del río Purón. No podréis pasar de largo, tendréis que parar al menos un par de veces: arriba, en el mirador que se abre sobre el río; abajo, cuando lo crucéis por el puente de madera. La cámara fotográfica no está quieta un momento en esta zona. No es para menos.

Llanes, río Purón

Llanes, río Purón Llanes, río Purón











Con las imágenes de la desembocadura del río Purón en la retina recorremos el par de kilómetros que nos quedan hasta ver las primeras casas de Andrín, una localidad de centenar y medio de vecinos que complementa su tradicional dedicación agraria con una importante actividad turística.

Llanes, Andrín
De camino hacia la playa, situada a unos ochocientos metros de distancia, nos prometemos un tranquilo paseo por sus calles, para contemplar sin prisas sus cuidadas casas, los dos pisos que se mantienen en pie de la torre medieval, el lavadero, la casona de los Beltrán o la iglesia parroquial.
Todo eso para la vuelta, que ahora aún nos queda por saborear la belleza del arenal, con la inconfundible silueta del islote del Castro, atento vigilante de todo lo que sucede en esta playa así como en la vecina de Ballota.

Sol de la tarde. Mar en calma. Tranquilidad y sosiego. Saboreemos sin ninguna prisa.

Llanes, playa de Andrín

No hay más remedio; toca volver. Tras regresar a Andrín para realizar ese recorrido por sus calles que tenemos pendiente, tomamos el camino de regreso hacia Pendueles. Seguro que aún tendremos ocasión de pararnos a contemplar algunas panorámicas a las que no prestamos atención en la venida.


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miércoles

Casa Severa: una propuesta con futuro

Sobrefoz, Casa Severa
Por muchos senderos que hayas recorrido, por muchas aldeas que hayas visitado, siempre cabe la sorpresa.

Cuando te adentras por el interior de Asturias y de comer se trata, sabes que las cosas tienen otro sabor, y otra medida. Ya cuentas con la posibilidad de topar con una casa de comidas rodeada de verdes paradisiacos, con encontrarte encima de la mesa platos caseros y contundentes, y a precios asequibles... Lo que ya no suele ser habitual es que lo que te ofrezcan sea un Menú degustación, compuesto por cuatro platos y un postre, a cada cual más sugerente.



Casa Severa
Sobrefoz, s/n (ver mapa)
Ponga
Teléfonos: 985 843 108



En algún lugar de la mochila llevas la nota que te ha pasado algún amigo: si andas por Ponga y quieres comer bien, acércate a Sobrefoz; hay un par de sitios muy buenos. Pues bien, la ocasión se ha presentado y te acercas a esta localidad situada sobre la foz o desfiladero del río Ponga, a casi setecientos metros de altura.

Sobrefoz, vista general Sobrefoz, hórreo

Aunque en el lugar hay una casa de comidas muy afamada, no pudimos menos que aceptar el envite de un Menú degustación del todo inesperado. El restaurante se encuentra en la planta baja de un edificio destinado al alojamiento turístico. Todo bien cuidado, con ganas de agradar al visitante.

Sobrefoz, casa Severa, exterior Sobrefoz, casa Severa, comedor











Bien está lo del acomodo; vayamos al asunto del condumio. La carta empieza con un buen surtido de embutidos, destacando los de corzo, venado o jabalí; sigue una relación de platos más contundentes: Sopa de hígado, Pote asturianu o Fabada. Entre las carnes no falta el Cabritu, los Escalopines al quesu, Jabalí estofado o el Entrecot de ternera asturiana. De postres: Tarta de la abuela, Fritos de leche, Requexón con miel...

De todas formas, lo que nos trajo hasta aquí fue el Menú degustación: 1º.Matachana con tortos; 2º.Fabada; 3º.Picadillo; 4º. Cabritu... y el postre.


Sobrefoz, casa Severa, matachana con tortos Sobrefoz, casa Severa, fabada












Sobrefoz, casa Severa, picadillo Sobrefoz, casa Severa, cabritu











Tras la experiencia culinaria, no nos cabe duda alguna: la de Casa Severa es una propuesta muy convincente (por más que a la fabada le faltara un tiempo de cocción y que se echara en falta una buena sidra para acompañar) que, andando el tiempo, se convertirá en atractiva alternativa para quienes vienen dispuestos a degustar los sabores del Paraíso.

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OTROS ENLACES REFERIDOS A GASTRONOMÍA


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viernes

Ruta de los Molinos (Cuevas)

La única manera de acceder en vehículo al pueblo riosellano de Cuevas es a través de una cueva de doscientos cincuenta metros de longitud.

Para quienes no tenemos por habitual llegar a nuestra localidad de residencia tras haber atravesado una cueva plagada de estalactitas y estalagmitas, la salida al otro lado, al bucólico valle, con río incluido, en el que está asentada la localidad de Cuevas constituye todo un espectáculo, tanto que no pudimos sustraernos a la tentación de hacerlo por dos veces, primero en coche y luego caminando.

Aunque la experiencia, por sí sola, ya justificaría el viaje, aún tendremos ocasión de disfrutar de las maravillas que esconde este lugar si decidimos seguir la ruta que aquí iniciamos: una caminata al lado de un arroyo que en otro tiempo albergó varios molinos harineros; una visita al caserío de Tresmonte, la ascensión al Collado Moru, desde donde se pueden contemplar unas inolvidables vistas panorámicas de la costa de Ribadesella y su entorno...

Características
  • Tipo: circular
  • Dificultad: ▲▲▲▲
  • Itinerario: Cuevas - Tresmonte - Collado Moru- Nocedo - Cuevas
  • Señalización: buena
  • Sendero homologado: PR AS-58.1 (+ variante)
  • Distancia: doce kilómetros
  • Duración: de tres horas a tres horas y media

Situación y distancias


Distancias por carretera a Ribadesella, capital del concejo del mismo nombre

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Cómo llegar al punto de partida

En Ribadesella, cruzaremos el puente sobre el Sella y nos dirigiremos hacia Cuevas, localidad que se encuentra a unos siete kilómetros de la capital del concejo. Nada más atravesar la cueva de acceso, encontraremos un aparcamiento donde podremos dejar nuestro vehículo (ver mapa). Si podemos vencer la curiosidad, lo mejor es esperar a la vuelta para contemplar la cueva con mayor detenimiento.












Tras cruzar el inverosímil acceso, Cuevas nos acoge con una estampa bucólica: al pie de las montañas y a orillas del Sella se alza un caserío muy bien cuidado con una buena colección de hórreos. Una vez que dejamos las últimas casas, nos adentramos por un camino ancho que pronto nos conducirá hasta la misma orilla del río, donde no resulta extraño encontrarnos con alguna que otra piragua impulsada por entusiastas navegantes.



Cuando las embarcaciones desaparecen, el agua se remansa y el melodioso silencio de la montaña se hace dueño del momento.

Poco a poco, casi sin darnos cuenta, el valle se va estrechando y la vegetación se hace más frondosa. El camino gana pendiente y pierde anchura. La luz se cuela entre la espesura.












No tardando empezaremos a ver un molino tras otro. Aunque la mayoría están en ruinas, todavía hay algunos que se mantienen en pie, lo cual nos permite identificar las piezas situadas en el sótano o infierno: la rueda o rodezno, la puente o el árbol.














Cuando ya llevamos alrededor de una hora de caminata y tras superar un último repecho llegamos a Tresmonte, lugar de nacimiento de Manuel Fernández Juncos quien a mediados del siglo XIX, siendo un niño emigró a Puerto Rico donde adquirió fama y notoriedad como poeta y periodista, distinguiéndose por su defensa del español una vez que la soberanía de la isla pasó a manos de los Estados Unidos.














Abandonamos Tresmonte contemplando el camino que hemos seguido en la subida. Según nos informaron en la aldea, tenemos tres opciones para el regreso: a) volver por donde hemos venido; b) subir por la carretera y tomar una desviación a la derecha que nos llevará de manera cómoda y rápida a Cuevas; c) llegar hasta el collau Moru y continuar por una carretera sin apenas tráfico que pasando por Nocedo (Noceu) nos llevará hasta nuestro destino. Seguimos el consejo que nos dieron y ascendimos hasta el collado. Las vistas que allí nos encontramos bien merecieron la pena.




Después de saborear con detenimiento todo lo que desde allí se puede otear, después de fotografiar una y otra vez la ese del Sella bajo el puente, el caserío riosellano, el pico Mofrechu, el verde tapiz que toca el Cantábrico, iniciamos el descenso por una carretera tranquila y silenciosa por la que apenas pasan vehículos. Apenas dos kilómetros después llegamos a Noceu; y de allí, siguiendo siempre a la derecha, a Cuevas otro tanto.

Para el final nos queda la guinda: atravesar caminando, sin prisa, los doscientos cincuenta metros que el río se encargó de abrir para nosotros cuando no había quien contara el tiempo.













Para quienes no tenemos por habitual llegar a nuestra localidad de residencia tras haber atravesado una cueva plagada de estalactitas y estalagmitas, la salida al otro lado...

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