De hecho, durante siglos fue conocida como Vega (de Navia), y aún hoy en día así es denominada por muchos vecinos de la zona.
Y es que la historia de Vega (Veiga) está íntimamente unida a la mar y a su puerto, alrededor del cual se generó una intensa actividad relacionada con el tráfico comercial y la industria relacionada con la conservación del pescado, bien fuera de escabeches o de salazones. La pujanza del puerto, que lo fue de cabotaje y también ballenero, situó a Puerto de Vega a la cabeza de las localidades de la zona. Algunas de las edificaciones de los siglos XVII-XVIII y XIX que se conservan en pie bien pueden servir como testimonio de esta pasada pujanza.
Por tanto, quienes se lleguen hasta Puerto de Vega tienen una cita ineludible con su muelle pesquero y al disfrutar de su pintoresco entorno encontrarán la primera recompensa de su visita.
Luego, paseando por las calles, el caminante encontrará nuevas ocasiones para detenerse y contemplar algunos de esos testimonios del pujante pasado al que antes nos referimos. Tomando calle arriba, en dirección a la Atalaya, llegaremos a una antigua plaza medieval, que hoy es conocida como de Cupido, donde se localiza la casa de Cachón, un edificio de la primera mitad del siglo XVIII, cuna del escritor, periodista y director durante décadas del gijonés El Noroeste, Antonio López Oliveros (Puerto de Vega, 1878- Madrid, 1967).
Si continuamos la ascendente ruta urbana, llegaremos a la casa de Trelles, un edificio señorial del siglo XVIII donde en 1811 falleciera el ilustrado don Gaspar de Jovellanos cuando se encontraba visitando a su amigo Antonio Trelles Osorio.
Y llegamos arriba, a La Atalaya. Un lugar singular tanto para quienes hasta aquí se llegan, como para los propios vecinos, pues no en vano en la capilla que aquí se encuentra, se custodia la imagen de la patrona de los marineros, Nuestra Señora de La Atalaya. Y no debemos de olvidar que, como queda dicho, Puerto de Vega ha estado vinculado con la pesca desde... siempre. Y aunque la ermita se edificó en a principios del siglo XVII, hay constancia de que en el lugar hubo una ermita de origen medieval.
Tras disfrutar de las vistas que desde aquí se divisan y contemplar el busto de Jovellanos existente en el lugar, toca iniciar el camino de vuelta hacia el muelle. Durante el descenso tendremos ocasión de detenernos ante las fachadas de otros edificios singulares, como el del Casino, construido en 1931 siguiendo las trazas del arquitecto Manuel del Busto y con las aportaciones de unos cuantos emigrantes asentados en Sudamérica, especialmente en Puerto Rico.
La del Casino no es la única edificación construida con dinero americano. El paseante atento encontrará alguna que otra muestra interesante de la denominada arquitectura indiana. La presencia de la solitaria palmera o de la imponente araucaria ayudarán sobremanera.
No cabe duda alguna, el paseo por las calles de Puerto de Vega resulta de lo más gratificante. Con todo, es en el entorno del viejo muelle, centro neurálgico de la historia de la localidad, donde mejores sensaciones encontramos.
Su relativo alejamiento del embravecido Cantábrico pudiera ser razón suficiente para que sus aguas parezcan calmas y remansadas.
¿Alguien ha dicho algo acerca de la prisa?
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