En una tierra como la asturiana, donde el agua manaba en abundancia, tan sólo hubo que esperar a que el ingenio de nuestros antecesores ideara la manera de encauzar su fuerza. Y así surgieron por la Asturias centenaria molinos, mazos, batanes y otros ingenios movidos por la fuerza del agua corriente sabiamente utilizada.
Muchos de estos artilugios se los ha llevado el viento de la ignorancia. Por suerte, algunos quedan. Los más son molinos, como hemos podido comprobar en alguno de los senderos que se dibujan al lado de nuestros ríos (Ruta de los molinos, en el concejo de Ribadesella; La cascada de Oneta, en el de Villayón...). Mayor fortuna aún supone contar con un conjunto de ingenios como los que se conservan en Os Teixois, una aldea del concejo de Taramundi, de cuya capital dista unos cinco kilómetros (ver mapa), convertida en un auténtico museo, vivo e interactivo, donde podemos observar el funcionamiento de los artilugios allí existentes: mazo, batán, molino, rueda de afilar...
En la aldea de Os Teixois viven en la actualidad tres familias que ocupan algunas de las viviendas que en otro tiempo fueron morada de afamados ferreiros, que fabricaban aperos de labranza y otros utensilios de metal, entre los que destacaban los de corte, ya fueran cuchillos o navajas, bien apreciados tanto en la comarca como fuera de ella.
Las casas, situadas a la orilla del arroyo das Mestas cuyas aguas alimentan el conjunto, conservan el aspecto que debieron tener siglos atrás, con muros de mampostería y tejados de pizarra
En la presa (banzao), todo quietud. El agua, tranquila y mansa, se entretiene reflejando los bucólicos paisajes vestidos de verde y pizarra. De pronto, una compuerta se abre y... ¡allá va! Acude presta a insuflar oxígeno a las brasas que languidecían en la fragua; a girar la piedra que amolará la hoja de la afamada navaja; a mover la piedra que mudará el grano de cereal en harina y pan; a impulsar el pisón que abatana los paños para convertirlos en lucidos sayales; a acompasar el rítmico e incansable golpeteo del mazo sobre el metal...
El agua entra en el infierno y comienza a mover las cazoletas o canxilones del rodezno, haciendo que éste gire a mayor o menor velocidad según sea la cantidad de agua. Arriba, en la sala de molienda, la muela o volandera, una piedra caliza de buen peso, gira sobre otra estática (frayón), convirtiendo en harina los granos de maíz que se encuentran entre ambas.
Si lo que toca es afilar cuchillos, navajas u otros utensilios de cortar, no hay más que conducir el agua hasta el lugar donde se encuentra la piedra. Se precipitará por el desnivel moviendo las aspas, el eje... y la piedra convertirá el metal romo en afilada herramienta de cuidar.
Consta que algunos de estos artilugios ya estaban en funcionamiento a mediados del siglo XVIII. Tiempos aquellos en que los campesinos sólo rompían su aislamiento si acudían a las ferias y mercados que de tanto en tanto se celebraban por la zona. El resto del año tocaba echar mano de lo que se producía, tanto en lo que tocaba a la alimentación como al vestido. No se contaba con un gran surtido donde elegir, pero sí que se podía conseguir que los tejidos fueran menos ásperos y burdos. Sólo era preciso que la fuerza del agua moviera unos mazos que golpearan una y otra vez las telas hasta convertirlas en preciadas estameñas o en lucidos sayales.
Dicen que en Asturias había por entonces unos doscientos batanes como el que se encuentra en Os Teixois. Suerte tenemos de que haya llegado hasta nosotros; suerte de poder verlo en funcionamiento.
De todos los artilugios que se conservan en Os Teixois, quizás sea la fragua el lugar donde se muestre de forma más patente el ingenio de sus moradores.Y no tanto por el mazo que, movido por la fuerza del agua, golpea una y otra vez el metal incandescente para estirarlo y dejarlo listo para hacer herramientas, pues mazos había en otros lugares. No; lo que reviste carácter de singularidad a esta fragua es el sistema de alimentación de aire, pues no utiliza el fuelle como sucede en la mayoría, sino un mecanismo que tiene al agua por protagonista: un tubo vertical toma agua de la presa; al estrecharse la conducción experimenta una bajada de presión que provoca una entrada de aire; al golpearse la mezcla contra el suelo, el aire se separa, llegando por unas aberturas hasta la base de la fragua...
De pronto, las adormecidas brasas recobran su viveza; una ávida llamarada asciende hacia el techo desprendiendo chispeantes ascuas; la negra estancia se ilumina, al tiempo que el metal comienza a teñirse de rojo fundente. No hay fuelle, sólo agua.
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