El Monumento Natural de los Puertos de Marabio es una extensa pradería de montaña salpicada por algunos de los elementos característicos de un paisaje kárstico (dolinas, pozos, sumideros o cuevas), resultado todos ellos de la acción disolvente que el agua de lluvia ha venido realizando a lo largo de los últimos millones de años sobre la roca caliza.
Son estos valores geológicos los que motivaron que este lugar obtuviera en el año 2002 la declaración de Monumento Natural, pero no serán los únicos que disfrutarán quienes los visiten.
Cómo llegar
Los Puertos de Marabio se encuentran situados al norte de Teverga, en la zona de unión de las tierras de este concejo con los de Yernes y Tameza (y también con las de Grado y Proaza).
El acceso puede realizarse desde ambos concejos, bien desde Villabre, capital de Yernes y Tameza, bien desde la localidad tevergana de Entrago.
Sea cual sea el origen, toca ascender unos kilómetros hasta alcanzar nuestro destino. Una vez en lo alto, lo más recomendable es acercarnos hasta la ermita de Santa Ana, en cuyas inmediaciones podremos estacionar nuestro vehículo.
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Nada más llegar, sin esperar a conocer esos elementos del modelado kárstico que caracterizan este lugar, ya podemos disfrutar de toda la belleza que atesora. En las cercanías de la ermita se encuentra un mirador, un privilegiado balcón desde el cual se puede contemplar el valle de Teverga abriéndose paso hacia el puerto Ventana al abrigo de los contrafuertes que les separan de Lena, al este, y Somiedo, al oeste. Allá al fondo, adivinamos el camino que da paso a la Babia leonesa y, a su derecha, la cresta (pico Cuervo, Las Lombas) que conduce al Ferreirúa. Aquí, a la derecha: en primer término, Peña Gradura y, más al sur, la mole rocosa de la Peña Sobia.
Si echamos la vista al norte, observamos la cortante arista del pico Caldoveiro, que se eleva dominante matizando con el gris blanquecino de su ladera la variada gama de verdes que predominan en los Puertos.
Esto no es más que el principio. Varias son las opciones que se le ofrecen al visitante. Es posible que la más completa sea la de recorrer el sendero circular PR AS-72 que parte de la ermita y le permite recorrer buena parte de este singular espacio. Un poco más exigente es la ascensión al pico Caldoveiro, desde cuya cima, tal y como relataremos oportunamente, se contemplan unas excepcionales panorámicas, no sólo de los Puertos, sino también de buena parte de la zona central asturiana. Quienes, por la razón que sea, no se animen a completar ninguna de las dos alternativas, harían bien en caminar al borde de la carretera en dirección al pico y deleitarse con todo cuanto se encuentren durante el paseo.
Caminando sin prisa y poniendo un poco de atención podrán escuchar allá abajo, en el fondo del valle, entre aquellas rocas que emergen sobre el verde tapiz, el ruido intermitente de las aguas que se esconden de trecho en trecho en sumideros y oquedades.
Por este mismo lugar cruzaba antiguamente un camín real (que comunicaba Oviedo, a través de la calzada romana de La Mesa, con la Meseta), utilizado como uno de los ramales de las peregrinaciones jacobeas. Siguiendo su curso podrá contemplar al borde de la carretera, apenas transitada, las dolinas, o pequeñas depresiones que el agua ha ido esculpiendo pacientemente en el verde tapiz.
La persistente actuación del agua sobre la caliza del lugar ha provocado la formación de un terreno fértil en el cual se han desarrollado buenos pastizales que han sido aprovechados desde antiguo por los ganaderos de la comarca. Aunque en la actualidad la cabaña ganadera ha disminuido, aún podemos encontrar algunas muestras de la mayor actividad de antaño, como sucede con las abundantes matas de acebo que fueron conservadas por los pastores para asegurar zonas de sombra y de refugio a sus ganados.
Si bien es verdad que algunas de las peculiaridades de este Monumento Natural no son accesibles para todos cuantos hasta él se acercan, y nos referimos a las cavidades que utilizan algunas especies de murciélagos como cobijo, a las corrientes de agua subterráneas o a la presencia esporádica de algún ejemplar de oso pardo, también lo es que lo que sí se puede contemplar justifica sobradamente un pausado paseo por la zona.
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