A mediados del siglo XIX, con ocasión de una visita de Isabel II a Asturias se acondicionó una antigua calzada romana para que la reina y su séquito pudieran visitar Covadonga. Desde entonces, a esta vía que fuera abierta hace unos dos mil años por la Legio VII, se la conoce como Camín de la Reina.
En la actualidad muchos son los que, emulando a la ilustre dignataria, por él transitan camino del afamado santuario.
Características
- Tipo: lineal
- Dificultad: ▲▲▲▲▲
- Itinerario: Llames de Parres - Viabaño - Romillo - Romillín - Vega de los Caseros - Villanueva, y regreso
- Señalización: buena
- Desnivel: unos 100 metros.
- Distancia: unos 16 kilómetros
- Duración: de cuatro horas y media a cinco horas
Situación y distancias
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Cómo llegar al punto de partida
Desde Arriondas tomaremos la carretera N-634 en dirección a Oviedo. Tras recorrer algo más de cuatro kilómetros encontraremos una desviación a la izquierda. Desde allí, la distancia que nos separa de Llames de Parres es de un kilómetro y medio, aproximadamente. Una vez llegados a nuestro destino no tendremos ningún problema para estacionar el vehículo, pues la localidad cuenta con un espacio amplio en lo que bien pudiéramos llamar la plaza del pueblo (ver mapa).
Antes de empezar nuestra caminata, merece la pena leer el cartel que encontraremos en las inmediaciones con información relativa a la Casa de la Venta, edificación que, con similar denominación, está destinada a servicios hosteleros y hoteleros al igual que lo hiciera en tiempos pasados, pues, según se cuenta, fue posada y casa de postas. También se menciona que allí vivió una de las hermanas de Jovellanos y que el ilustrado gijonés visitó el lugar en varias ocasiones.
Convenientemente informados de la importancia del lugar desde el que partimos, echamos a andar carretera adelante. Caminamos cómodo, en ligero descenso hasta encontrarnos con la iglesia parroquial de Viabaño.
El templo, reconstruido tras la guerra civil, tan sólo conserva algunos elementos de su pasado medieval: algunas piezas de la cornisa y una pequeña portada semioculta entre los actuales muros del edificio.
Antes de abandonar la localidad realizamos un nuevo alto en el camino. Esta vez lo hacemos ante el molino, uno más de los que aprovechaban el agua del arroyo Beleño (se tienen noticias de la existencia de seis desde Priáes hasta aquí) y que abastecían de harina al concejo.
A medida que nos alejamos de Viabaño, el camino se va adentrando en una zona de frondosa vegetación En realidad buena parte del itinerario discurre por zona boscosa, con predominancia de alisios, álamos y sauces en las zonas próximas al río, y de castaño, abedul y carbayo, cuando ganamos altura.
No tardaremos en comprobar esa diferencia, pues pronto alcanzamos la Ería de Arobes donde el Piloña, que allí forma un meandro, se acerca al borde del camino.
El camino se aleja del río ascendiendo hacia Romillo, localidad donde encontramos una buena muestra de hórreos y paneras en muy buen estado de conservación. Destaca también la capilla de San Lorenzo, construida en el siglo XVIII y reformada en el XX.
Al poco de abandonar Romillo, comenzamos a descender hasta situarnos en el nivel del río Piloña y desde su orilla iniciamos un nuevo ascenso a otra localidad que guarda más de un parecido con la anterior. Se trata de Romillín, a cuya entrada volvemos a encontrar una nueva capilla, dedicada en este caso a San José, también del XVIII y reformada, a su vez, en el siglo pasado.
Si lo que hemos recorrido hasta aquí ha sido de lo más reconfortante, lo que nos espera, no lo será menos. Dejamos atrás Romillín y nos adentramos en uno de los tramos más bonitos del itinerario. Caminamos nuevamente por una zona boscosa que de tanto en tanto, cuando los múltiples verdes del follaje se retiran, nos deja ver la inconfundible silueta del pico Pienzu coronando la sierra del Sueve.
Con una curva al final de cada tramo, el camino avanza sin brusquedades, hasta que el verde se retira y nos deja ver, en la otra orilla del río, los rojos tejados de Villanueva, en el vecino concejo de Cangas de Onís.
Iniciamos el descenso por La Vega de los Caseros sin perder de vista el escenario que nos aguarda allá abajo, dominado cada vez más por la silueta del que durante siglos fuera el monasterio benedictino de San Pedro.
El río Sella tiene en este lugar sus orillas repartidas: la izquierda baña las tierras de Parres; la derecha, las de Cangas de Onís. Cruzamos al otro lado y nos acercamos hasta el antiguo monasterio, convertido en la actualidad en Parador Nacional de Turismo. La visita bien lo merece, pues el edificio, declarado Monumento Nacional a principios del siglo XX, es una de las joyas del románico asturiano, sobre todo su iglesia.
Durante el regreso, que realizamos por el mismo itinerario, tendremos ocasión de ir sedimentando todo lo que nos ha regalado, en algunos casos por partida doble, a la ida y a la vuelta, esta preciosa caminata.
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