Cierto es que hubo otras empresas asturianas que construyeron casas, escuelas y economatos para los trabajadores y sus familias, pero la Sociedad Hullera Española quiso con la construcción del poblado de Bustiello poner en práctica su modelo de intervención paternalista industrial, atendiendo tanto al bienestar de sus trabajadores como al control de sus actividades. Les proporciona vivienda, educación para sus hijos y atención sanitaria, pero también pretende ejercer un férreo control social y laboral sobre sus trabajadores, promocionando para ello al Sindicato Obrero Católico, como antídoto frente a la influencia de los sindicatos obreros de clase.
Los trabajadores y sus familias no precisan salir del poblado, pues en Bustiello cuentan con todo lo necesario: iglesia, escuelas, economato, sanatorio (el primero en España construido por una empresa) o casino (donde, además de proyecciones de cine y representaciones teatrales, se fomenta el canto coral y la lectura).
Iglesia (1890-1894)
Como no podía ser de otra manera, la iglesia fue el primer edificio del poblado. Fue proyectada y construida por personal de la empresa. De estilo historicista neorrománico, presenta planta basilical de tres naves. En su interior conserva un altar-retablo de madera decorado con imágenes alegóricas de las actividades económicas en las que participa el marqués (minería, naviera y ferrocarriles).
Casino (1895)
El edificio, que en la actualidad es de propiedad privada, fue diseñado por José Revilla y abrió sus puertas en el año 1895 para convertirse en la sede del Círculo Obrero Católico. En la planta baja se instalan las aulas, el salón de actos y la biblioteca; en la superior, la sala de juntas y la vivienda del encargado. Diseñado como espacio de ocio para los habitantes del poblado, los Hermanos de la Salle organizan diversas actividades para los obreros y sus familias (cine, teatro, canto coral...).
Viviendas (1898-1925)
En el año 1898 se inicia la construcción de las viviendas para los obreros, con diseños diferentes según la categoría de sus ocupantes. En la parte alta, la más alejada del río, se sitúan las destinadas a los obreros de mayor cualificación y a los ingenieros de la empresa. Buen ejemplo de estas últimas son las conocidas como Chalet de don Isidro y Chalet de Moreno, construcciones de 1898 en las que se combinan algunos elementos de la arquitectura tradicional asturiana, como la galería acristalada, con otros de influencia modernista (cerámica vidriada y decoración vegetal en los vanos).
Algo más abajo, en terrenos ganados al río Aller, se instala mayor parte del poblado. En calles paralelas y perpendiculares al río se ordenan veinte viviendas pareadas, con cubierta a dos aguas. Se estructuran en planta baja, distribuida en cocina, comedor y un pequeño aseo, y el piso, con dos dormitorios. Cuentan, además, con un pequeño huerto.
Escuela de niños (1906)
La planta baja tenía tres aulas con acceso independiente; la planta superior albergaba la residencia de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle).
Sanatorio (1902)
Situado a la otra orilla del río, está constituido por un pabellón central, dos laterales y uno posterior. En la fachada principal podemos observar algunos elementos decorativos de influencia modernista; en la posterior una galería acristalada.
Años más tarde, en cada uno de sus extremos se adosarán dos nuevos edificios: la Farmacia (1924) y la Escuela de Niñas (1921), que constaba de dos aulas regentadas por las Hijas de la Caridad que también tenían a su cargo el sanatorio.
El predominio de los sindicatos mixtos (que integraban a obreros y patronos, con el objetivo de dilucidar sus conflictos con espíritu cristiano en el seno de la misma organización), la fama de amarillismo que gozaron entre buena parte de los trabajadores o el papel que asumieron en algunos conflictos, son algunas de las razones que se suelen esgrimir para justificar la escasa implantación que en la mayor parte del país alcanzaron los sindicatos católicos.
No obstante, en aquellas zonas en las que alcanzaron cierto desarrollo se convirtieron en un bastión del clericalismo frente al incesante avance que experimentaron las organizaciones obreras socialistas y anarquistas desde que la Ley de Asociaciones de 1887 posibilitara la libertad de sindicación.
Claudio López Bru (1853-1925), segundo Marqués de Comillas y gran empresario (Compañía Trastlántica, Compañía General de Tabacos de Filipinas, Banco Hispano Colonial, Compañía de Ferrocarriles del Norte, Banca López Bru, Sociedad Hullero Española...), desarrolló una intensa actividad para constituir en España un sindicalismo católico. Un monumento erigido en el año de su muerte, que representa la ofrenda floral de un minero como agradecimiento a su labor, preside el espacio público, que a manera de plaza, se levanta ante la iglesia del poblado.
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