El sendero que proponemos en este espacio discurre por un tramo de la costa llanisca y su recorrido nos permite disfrutar de tres (cuatro, si contamos la de Toranda de cuyas vistas disfrutaremos al inicio de la ruta) de estas playas de belleza sin igual: Torimbia, San Antolín y Gulpiyuri. Cada una, con sus peculiaridades respectivas, suma atractivos para que el conjunto resulte inolvidable.
Características
- Tipo: lineal
- Dificultad: ▲▲▲▲▲
- Itinerario: playa de Torimbia - monasterio de San Antolín - playa de San Antolín - playa de Gulpiyuri y regreso.
- Señalización: buena
- Sendero homologado: forma parte del G.R. E-9
- Distancia: trece kilómetros
- Duración: tres horas y media / cuatro horas
Situación y distancias
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Cómo llegar al punto de partida
El indicador del sendero GR E-9 se encuentra más arriba, pero a buen seguro que la salida se demorará todavía un rato, porque las vistas desde aquí son de tal belleza que nos costará dejar de contemplarlas.
Bueno, con la cámara fotográfica bien nutrida, nos encaminamos hacia el mirador que se alza sobre la playa de Torimbia tomando como referencia las antenas, inevitables a lo que parece, que se encuentran en sus proximidades. Desde allí pondremos rumbo oeste por un ancho camino de tierra que discurre por zona alta y plana, por encima del mar (a nuestra derecha) y la llanura en la que se asienta Posada (a la izquierda), con la silueta de los Picos cerrando el escenario por el sur.
Este tramo finaliza en un estupendo mirador sobre la playa de San Antolín y la desembocadura del río Bedón.
Todo lo que subimos al inicio, primero con el coche y luego andando, tenemos que bajarlo ahora. Los pocos más de cien metros de desnivel requieren nuestra atención en la bajada, especialmente si el suelo está mojado, y cierta tranquilidad en la subida, cuando demos la vuelta.
Tras el descenso, el sendero continúa al borde de la carretera, en dirección a la playa. No obstante, merece la pena tomar el desvío que allí mismo nos conduce a la iglesia de San Antolín de Bedón, único vestigio del monasterio benedictino que aquí se encontraba.
Llevamos un tiempo encontrando indicadores que apuntan al final de este tramo del GR E-9 (la playa de Guadamía), pero el que ahora observamos nos informa de una desviación que no podemos menos de tomar, pues nos lleva a la mismísima playa de Gulpiyuri, de la cual ya hemos dado cuenta en una ocasión anterior.
Decíamos entonces que es una playa interior, no abierta al mar y que las aguas marinas llegan hasta ella por una pequeña grieta de varias decenas de metros de longitud abierta por los efectos de la erosión ejercida sobre las rocas calizas.
Aunque la playa de Gulpiyuri bien podría ser el punto desde el que iniciar el camino de regreso, una vez que llegamos al sendero decidimos continuar hacia el oeste y llegarnos hasta Villahormes, localidad en donde no habría de faltar un buen lugar para el avituallamiento.
Antes de llegar, nos topamos con una zona de bufones, esas oquedades por donde el embravecido mar lanza el agua hacia el cielo en estruendosas bocanadas. Claro está, que eso sucede cuando las mareas son propicias, y cuando por allí pasamos no se daba tal circunstancia, por lo cual tuvimos que conformarnos con asomarnos para atisbar el fondo y escuchar el bramido.
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