ASTURIAS para disfrutar: Disfrutando por los Oscos: Senda verde del Agüeira

La comarca de los Oscos ha conservado hasta nuestros días buena parte de las virtudes paisajísticas que tanto alabaron quienes en el pasado se acercaron a estas tierras protegidas por el aislamiento, hasta el punto de que en el año 2007 la UNESCO decidió incluirla en la Red Mundial de Reservas de la Biosfera. En septiembre de ese año la Mesa del Consejo Internacional de Coordinación del programa MAB (Hombre y Biosfera, por sus siglas en inglés), organismo dependiente de la Unesco, decidió declarar Oscos-Eo y las Tierras de Burón —comarca lucense que participaba en la candidatura— Reserva Mundial de la Biosfera.

Pues bien, la ruta que aquí proponemos nos va a permitir conocer un poco mejor esta zona de Asturias: visitaremos aldeas cuyas casas —piedra en los muros, pizarra en los tejados— se hacen uno con el paisaje circundante, caminaremos por bosques de robles centenarios, cruzaremos arroyos de aguas cristalinas, admiraremos la sabiduría de las colmenas rodeadas de pétreo cerco, respiraremos un aire tan limpio que los líquenes proliferan por doquier...

Características

Tipo: circular
Itinerario: Villanueva-Santa Eufemia-San Mamed-Pacios-Santa Eufemia-Villanueva
Dificultad: ▲▲▲▲▲
Señalización: muy buena
Sendero homologado: PR-AS 241
Distancia: doce kilómetros
Duración: cuatro horas y media / cinco horas

Situación y distancias

Distancias por carretera a Villanueva, capital del concejo de Villanueva de Oscos

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Cómo llegar al punto de partida

La ruta comienza en Villanueva de Oscos, localidad que tiene su origen en el asentamiento benedictino que aquí tuvo lugar en la primera mitad del siglo XII. Desde entonces, la historia de la villa va a estar íntimamente ligada a esta fundación monástica, al menos hasta el primer tercio del siglo XIX, momento en el que los monjes se ven obligados a abandonar la localidad como consecuencia de la política desamortizadora del ministro Mendizábal. Quedan en pie, aunque no en su integridad, el monasterio de Santa María, testimonio excepcional de esta larga presencia monástica.

Nos dirigimos al Ayuntamiento, en cuyas proximidades encontraremos el indicador que nos informa de la ruta que iniciamos por una pequeña pendiente que nos adentrará en un sendero bien abrigado por los robles y abedules que pueblan la ladera. El camino desciende hacia la carretera; llegamos a Santa Eufemia: un precioso lugar, con iglesia dieciochesca, molino y viviendas rehabilitadas que visitaremos a la vuelta. A la altura del área recreativa, tomamos una desviación debidamente señalizada que asciende hacia El Vale y Pena Grande.

El camino va ganando altura por un bosque de robles y abedules. A medida que ascendemos, hacia el nordeste se va dibujando la silueta de la sierra de La Bobia, salpicada de molinos de viento.

Una vez llegamos al alto, el paisaje cambia por completo; el terreno llanea en busca de las brañas de Lama, Chao de Bureiros y A Folgueirúa. Las praderías y las vacas se adueñan del plano más cercano; al sur, la suave línea ondulada de las montañas.

Toca ahora descender en dirección a San Mamed. Al principio el camino, que discurre entre plantaciones de pinares, es ancho y la pendiente suave; más tarde, se estrecha y avanza entre matorrales.

Tocamos fondo cuando nos encontramos con un arroyo que hemos de atravesar por un puente de madera. Seguimos luego por un bosque centenario de robles y abedules

Cuando estamos a punto de alcanzar el río Vilanova, en un claro del bosque, podemos contemplar una de las imágenes más pintorescas de nuestra excursión: un magnífico cortín, esto es, un colmenar rodeado de un muro circular de piedra con el objeto de dificultar el acceso de los animales más golosos, en especial del oso.
Aunque en la actualidad no abunden estas instalaciones, su existencia es buena prueba de la importancia que tuvo la producción de cera y miel en la agricultura tradicional de la zona.

Cruzamos el río Vilanova por un puente de piedra y ascendemos hacia San Mamed, una casería con menos de una decena de habitantes. Merece la pena detenerse en el lavadero que encontramos en la subida, llegarnos hasta la pequeña ermita, o contemplar las edificaciones de piedra y pizarra.

Hemos llegado al punto más alejado de nuestro recorrido. Salimos de San Mamed, cruzamos la carretera e iniciamos el camino de vuelta ascendiendo por la ladera de Pena Soar, una montaña más desnuda que las que hemos conocido hasta ahora. Nos dirigimos hacia Pacios, escuchando en el fondo del valle el rumor del Vilanova.

Las edificaciones están perfectamente integradas en el paisaje; pizarras en las laderas, pizarras en los tejados; el verde todo lo envuelve. Pasamos a la orilla de la última casa y cuando aún resuena el ladrido del fiel guardián entramos en otro escenario maravilloso: el robledal de Pacios.

Al salir del centenario túnel vegetal, llegamos a una carretera que nos conducirá a Santa Eufemia, localidad que bordeamos al inicio de nuestro recorrido y que ahora visitaremos con calma y detenimiento. Cuenta con una capilla de finales del XVII, un núcleo de turismo rural y una instalación de gran interés: el Ecomuseo del Pan, en cuyas instalaciones se muestra al visitante el ciclo completo de elaboración del pan, desde la siembra del cereal a la cocción, pasando por la recogida, la molienda y el amasado.

Abandonamos Santa Eufemia y tras recorrer un tramo de carretera, tomamos el camino del cementerio que nos conducirá de nuevo a Villanueva, la centenaria localidad surgida en torno al monasterio de Santa María.

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