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De La Ferrería a Sabugo: un paseo por el Avilés medieval

Avilés, plaza del AyuntamientoA fines del siglo XI la villa avilesina obtiene su carta de naturaleza. La concesión en fecha tan temprana de un código normativo a sus habitantes (Fuero de Avilés, 1085), parece que tiene mucho que ver con su privilegiada situación, muy apropiada para proteger a las naves de los embates del Cantábrico. A partir de entonces la villa crece gracias a su puerto, al tráfico marítimo y a la pesca. Comenzaremos este paseo por el Avilés medieval en la plaza de España, a los pies de su Ayuntamiento. A la derecha del edificio, que nos recuerda mucho a las consistoriales ovetenses, se encuentra la calle de La Ferrería, la más antigua de la época medieval que se conserva.

Nada más asomarnos a ella ya percibimos el poso de historia que aportan los blasones que lucen sus edificios.


Avilés, palacio de Valdecarzana

A los pocos metros, en la margen izquierda se alza imponente el palacio de Valdecarzana, la edificación civil más antigua que se conserva en la villa. Del primitivo edificio, construido en el siglo XIV, sólo nos queda su fachada, testimonio más que suficiente para hacernos una idea tanto de su estructura como de la función para la que fue diseñado.

Consta de dos pisos bien diferenciados entre sí. Las dos grandes portaladas del inferior apuntan hacia un uso comercial mientras que las cuatro ventanas ajimezadas del superior son más propias de un local destinado a la habitación familiar de los propietarios. Además de la belleza del edificio, esta fachada es una muestra viva de la creciente pujanza comercial que alcanza la villa avilesina a finales de la Edad Media.

Avilés, iglesia de los Franciscanos, fachada
Prosigamos nuestro caminar por la calle de La Ferrería hasta que, ya al final, desemboca en la plaza de Carlos Lobo: a nuestra derecha se alza la iglesia de los Padres Franciscanos, un edificio construido a finales del siglo XII que ha sufrido diversas ampliaciones y reformas. Así, a la primitiva iglesia de una nave se le fueron añadiendo varias capillas laterales; en el siglo XVII la primitiva techumbre de madera fue sustituida por bóvedas en el cuerpo de la iglesia y en la capilla mayor... Hay que destacar que cerca del altar se encuentra el nicho sepulcral de Pedro Menéndez de Avilés, Adelantado de La Florida.

A destacar la portada del templo que conserva en buena parte su traza original, con tres arquivoltas (la interior más deteriorada, la intermedia presenta diversos relieves en rombos; la externa decorada en zig-zag) cubiertas por un tejaroz sustentado por canecillos.

Mayor interés arquitectónico tiene la capilla de los Alas, originariamente exenta y hoy adosada a la fachada norte de la iglesia. Construida a mediados del siglo XIV por encargo de Pedro Juan, un burgués enriquecido que quiere para sí y los suyos un privilegiado enterramiento, está considerada como un buen ejemplo de la transición del románico al gótico.

Avilés, capilla de los Alas Avilés, capilla de los Alas


















En este mismo lugar, en la plaza de Carlos Lobo, donde se levanta la iglesia y la capilla, se encontraba la «Puerta de la mar» zona de paso que comunicaba el recinto amurallado con una zona del puerto que hoy ocupa la calle La Muralla.
Avilés, calle Bances Candamo


Pues bien, salgamos. Bordeando por la izquierda el parque del Muelle llegaremos a la calle Pedro Menéndez; giremos a la derecha por la segunda calle, la de Bances Candamo. Al final de la pequeña subida habremos llegado a la plaza del Carbayo, corazón de Sabugo, el poblado de pescadores situado extramuros del Avilés medieval. Presidiendo la plaza, la iglesia de Sabugo, de mediados del siglo XIII.




Tiene una sola nave apuntada con tres tramos, rematada en cabecera cuadrada; la portada presenta similitudes con la de la iglesia de los franciscanos.


Avilés, iglesia de Sabugo, portada Avilés, iglesia de Sabugo

Y aquí damos por terminado este recorrido por el Avilés medieval o, mejor dicho, por Avilés y Sabugo que por entonces estaban bien diferenciados.

Después del paseo habrá quien prefiera callejear por los alrededores de la plaza; otros, en cambio, sucumbirán a la tentación de sentarse en una de las terrazas y, a la vera de la vieja iglesia, reponer los líquidos perdidos en la caminata.


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